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martes, 17 de mayo de 2011

Tékhnē y Politéia

(Una de las lecturas solas)

Platón sostiene que el arte de gobernar es tékhnē, una de las artes prácticas. Él creía que el arte de la política podía ser de utilidad de la misma manera que cualquier otro tékhnē, producir trabajos bien hechos de valor duradero.
Platón en realidad buscaba realizar sus habilidades como diseñador/constructor de sociedades políticas.
Por otro lado, Jean – Jacques Rousseau emplea una metáfora mecánica en El Contrato Social, para iluminar el arte de confeccionar la constitución. “Un príncipe”, dice “sólo tiene que seguir el modelo proporcionado por el legislador. El legislador es el ingeniero que inventa la máquina; el príncipe sólo es el mecánico que la pone en funcionamiento y la utiliza”.
En 1787 la antigua analogía entre la política y la tecnología se convirtió en una idea expresiva.
La revolución industrial, con su estilo característico de disponer a las personas, las máquinas y los materiales para la producción, pronto comenzó a competir con las instituciones estrictamente políticas por el poder, la autoridad y la lealtad de hombres y mujeres.
En 1781, Thomas Jefferson comentó que “El sistema de producción que comenzaba a surgir en esa época, sostuvo, sería incompatible con la vida de una república estable y virtuosa. La manufactura crearía un pueblo dependiente por completo y no autosuficiente. “La dependencia” engendra servilismo y venalidad, ahoga el germen de la virtud, y prepara medios anticuados para los designios de la ambición. Aconsejaba que los norteamericanos se pusieran de acuerdo para abandonar los talleres en Europa.
La revolución industrial, con su estilo característico de disponer a las personas, las máquinas y los materiales para la producción, pronto comenzó a competir con las instituciones estrictamente políticas por el poder, la autoridad y la lealtad de hombres y mujeres.
En 1781, Thomas Jefferson escribió que el sistema de producción que comenzaba a surgir en esa época, sostuvo, sería incompatible con la vida de una república estable y virtuosa. La manufactura crearía un pueblo dependiente por completo y no autosuficiente. “La dependencia engendra servilismo y venalidad, ahora el germen de la virtud, y prepara medios adecuados para los designios de la ambición”. Aconsejaba que los norteamericanos se pusieran de acuerdo para abandonar los talleres en Europa.
Durante los debates políticos en 1770y 1780, la búsqueda de riqueza material a veces se mencionaba como un peligro, como una fuente de corrupción.
A mediados del siglo diecinueve, el país era rico en tierras y recursos, las personas liberadas de las jerarquías sociales y las definiciones de status de las sociedades tradicionales tenían la posibilidad de explotar esa riqueza material tanto como pudieran. Las fábricas, los ferrocarriles, los buques de vapor, los telégrafos, etcétera, fueron recibidos como la esencia misma de la libertad democrática, por la forma en que hacían accesibles para muchos en lugar de para pocos las comodidades y elegancias de la vida.
Benjamín Franklin decía que economizar tiempo, esfuerzo y dinero es una virtud. Y este asunto se convirtió casi en obsesión entre las personas cultas de los Estados Unidos.
Las técnicas psicológicamente sofisticadas de propaganda se han convertido en un medio común de alterar los objetivos de las personas para que se adapten a la estructura de los medios disponibles, costumbre que ahora afecta tanto a las campañas políticas como a las campañas para vender desodorantes axilares o Coca – Cola (con resultados similares).
En épocas recientes la idea de reconocer límites en el crecimiento de ciertas tecnologías ha experimentado algo así como una renovación. Muchas personas están dispuestas a considerar la posibilidad de limitar la tecnología dada si:
1. Su aplicación amenaza la salud o la seguridad públicas.
2. Su utilización amenaza agotar alguna fuente vital.
3. Degrada la calidad del medio (aire, tierra y agua)
4. Amenaza las especies naturales y los territorios vírgenes que deberían ser preservados.
5. Su aplicación causa tensiones sociales y esfuerzos exagerados.
En nuestra época tékhnē finalmente se convirtió en politéia: nuestros instrumentos son instituciones en desarrollo. La idea de que una sociedad puede intentar guiar si desarrollo sociotécnico de acuerdo con pautas de forma y límite autoconscientes y críticamente evaluadas, ya no puede considerarse una “decisión heroica”; se trata simplemente de sensatez.
El terreno de la electricidad solar, energía fotovoltaica, posee elecciones cruciales que, hasta cierto punto, siguen abiertas a la discusión. Podemos esperar ver el despliegue de algunos eventos en nuestro tiempo de vida cuyos resultados podrían tener dimensiones muy diferentes. Si las células solares pudieran producirse en forma masiva, si su precio en los sistemas instalados descendiera hasta un nivel razonable, la electricidad solar podría contribuir a las necesidades energéticas colectivas de nuestra sociedad. Si algún día los sistemas fotovoltaicos son posibles técnica y económicamente (y muchas personas que trabajan en prototipos eléctricos solares creen que lo serán), habrá – por lo menos en principio- una elección acerca de cómo estructurará la sociedad estos sistemas. Por ejemplo, podrían construir granjas fotovoltaicas centralizadas directamente conectadas con la red eléctrica existente como cualquier otra forma de energía eléctrica generada centralmente. También sería posible producir un gran número de sistemas independientes colocados en los techos de las casas, las escuelas, las fábricas, etc. O se podrían diseñar y construir conjuntos medianos, por ejemplo un vecindario. Cuando llegue el tiempo de elegir qué modelo de desarrollo fotovoltaico tendrá nuestra sociedad, de alguna manera me contestarán muchas preguntas implícitas. ¿De qué tamaño deberían ser éstos sistemas? ¿Qué cantidad se construirá? ¿A quién pertenecerán? ¿Cómo serán manejados? ¿Serán completamente automáticos? ¿O el productor/consumidor de la energía participará activamente en la administración de cargas? Todas estas preguntas se refieren a la forma de un nuevo régimen de instrumentación. ¿Qué clase de régimen deseamos construir? ¿Qué estructura material y social deberá tener? A la luz de los patrones de desarrollo tecnológico que mencioné antes – patrones de centralización, gigantismo, autoridad jerárquica, etcétera – tal vez sería mejor elegir un modelo de desarrollo fotovoltaico basado en un principio más flexible y democrático. He aquí una oportunidad para extender la responsabilidad y el control a un mayor número de personas, una oportunidad para crear diversidad y no uniformidad en nuestra constitución sociotécnica. ¿Acaso no es ésta una oportunidad que deberíamos acoger y procurar realizar?

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